Aragón, mejor dicho su corona, que mantuvo una gran hegemonía durante varios siglos a lo largo de la costa mediterránea exporto a Italia algunas de sus tradiciones, entre ellas, tal y como constata D. Alfonso Zapater en su obra Tauromaquia Aragonesa, la fiesta de los toros con la idiosincrasia de aquella época, mostrando más la valerosidad y emoción del hombre ante el toro bravo y no tan fundamentada en la faceta artística que hoy conocemos.
Los aragoneses exportaron dicha fiesta a Nápoles en el Siglo XVI para festejar y celebrar la boda de Lucrecia de Borgia (hija del Papa Alejandro VI) y Alonso de Aragón quien moriría asesinado a temprana edad pocos años después de dicha boda.
Según constata Zapater, también Roma llego a ser escenario de corridas de toros. Se recuerda al respecto que Rodrigo de Borgia, obispo y vicecanciller apostólico de la Santa Iglesia Romana, ofreció una de aquellas fiestas delante de su casa en la Ciudad Eterna. Y que el Cardenal Cesar Borgia, hijo natural del Papa Alejandro VI igual que Lucrecia (hubo dos Papas Borgia, el otro fue Calixto III) toreo en varias ocasiones. También el Pontífice Alejandro VI celebro con festejos taurinos su jubileo en 1500.
Los historiadores no se han centrado en este hecho, pero como ocurriera en Nápoles es posible que también correspondiera a los aragoneses exportar la fiesta de los toros a la capital italiana.
Por Imanol Sánchez