Morés. Cuatro de la tarde. Calor atronador. Faltan dos horas para que comience uno de los festejos taurinos que dan forma a sus fiestas patronales en honor a San Felix.
Mientras esperamos en la plaza de toros, llega una furgoneta muy característica y reconocida en las fiestas patronales de la mayoría de los municipios de Aragón, Navarra, La Rioja y Soria. -¡Ahí llega González!-, esta frase es mítica cada día de festejo.
Y en ella llega Jonathan, el último González. Con su sonrisa característica y su voz peculiar. Un poco cabroncete también, todo hay que decirlo. Le pego un berrido ¡¡Gonzáleeeeeeeez!! y suelta la misma guasa de siempre -¡Venga torero, estírate y paga el café!, y como hay tiempo, al bar de Mores que nos vamos a ello hasta que González se vaya a lo suyo, a vender helados, esos que llevan de culo a los niños y no tan niños. He de confesar que a pesar de estar constantemente a dieta, es ver al primo González y tener que clavarme entre pecho y espalda uno de sus característicos y emblemáticos helados de pifufo. ¡Están que parten la pana!.
Son muchos años en la profesión, y como yo profesionales y aficionados han crecido con la furgoneta de González como parte elemental en sus fiestas. Como no vamos a crecer si la empresa, tal y como me cuenta ahora el más junior de los González fue fundada por su abuelo, llegado de Santander, en 1934, cuando repartía helado con un carrito y no existían los frigoríficos ni congeladores. ¡Ojo al dato!
Hablamos del más pequeño de la saga, quien lleva desde hace un par de años o tres las riendas del negocio con su esposa, María. Pero… ¿Qué me dicen del más característico de los González? ¡El bigotes! ¿Sabéis a quien me refiero verdad? Seguro que si, Felix, y la verdad que últimamente se le echa de menos. Un tipo entrañable. Jamás lo he oído hablar mal de nadie, poner una mala cara o dar una mala contestación. Hombres como este os aseguro que quedan pocos. Fíjense si es buena gente, que alguna que otra putada le he gastado y jamás se enfadó. Es digno de estudio la marca personal de este hombre, es increíble haber visto estos años con el cariño y respeto que lo han tratado en los centenares de pueblos que ha recorrido, y no son pocos. Estoy seguro que habrá repartido felicidad a miles de niños y habrá vendido millones de helados.
Y es que a demás de su personalidad y bondad, los González son dignos de reconocimiento por haber apostado por un modelo de negocio adaptado al ámbito rural, adaptándose a los tiempos pero manteniendo su esencia.
Podría contaros muchas anécdotas vividas junto a los González a lo largo de mi carrera taurina, pero el mas junior de ellos, y creo que mucha gente, recordará la más característica, quizás contada por mi no tenga mucha gracia, pero como se que le hará ilusión pues os la voy a contar.
Si estará bueno el helado de pitufo, que hace no mucho tras torear en el festival taurino de Cascante, a la salida de puerta grande ordené al costalero que me bajara de sus hombros, y en vez de ir a la furgoneta de cuadrillas no pude, vestido de torero, resistirme de ir a comerme un helado de pitufo. La cara del público era carismática pero la de González… era un poema. (Estoy seguro que cuando lo lea la carcajada no se le escapará).
Una de tantas anécdotas. Y la verdad que ojala sigamos contando muchas más. Será señal de que los pueblos y su vida no muere y que esta dinastía heladera sigue haciendo felices a los niños del ámbito rural.
¡Ieeeee! Que no he acabado, pásate antes de cerrar la pestaña por instagram y sígueme. ¡¡¡Nos vemos en el siguiente post!!!!
Por Imanol Sánchez