Estamos aquí, el camino a La Misericordia se ha consumado. Puedo decir eso de: ¡ES EL MOMENTO!.
De aquí a una semana, el 8 de octubre, harán exactamente 1234 días que pisé por última vez el albero de mi plaza, el albero de La Misericordia. Han sido años duros los de no estar acartelado, perdiendo la credibilidad de muchos, sintiendo el ostracismo de otros y aguantando la crítica de algunos.
Pero en ese impasse, muchos más, miles me atrevo a proclamar, habéis sido los que de una manera u otra me habéis alentado a seguir y aquí estoy a las puertas de actuar por vez primera en la Feria del Pilar, esa tan soñada y ansiada para un torero aragonés.
Todo puede parecer fruto de la constancia, de la tenacidad, de la resiliencia y de la fe en uno mismo para no abandonar el barco, y desde luego lo es, pero lo es gracias a un simple Me Gusta en Facebook, un comentario en twitter, un mensaje privado en instagram, un abrazo en la calle, o unas palabras de ánimo cuando me habéis visto hacer una dirección de lidia en un festejo.
Lo es gracias a la multitud de ganaderos aragoneses y navarros que han creído y creen en mi de tal manera que jamás me ha faltado una vaca para torear, para soñar y para prepararme aunque fuera en el silencio del campo bravo.
Lo es gracias esos «Hooligans» incondicionales que tengo detrás, a centenares de pueblos aragoneses que me permiten vivir de mi profesión gracias a los festejos populares, a mis vecinos de Pedrola, a mis amigos, a mi familia, especialmente a mi madre Rosa, a mi padre Miguel Ángel y a mi hermano Ander, que han empujado al hombre y al torero cuando ha estado a punto de tirar la toalla en más de una ocasión, que junto a él han llorado cuando las cosas han ido mal sin bajar la cabeza, y han reído cuando han ido bien sin levantarla en exceso.
Lo es gracias a esos dos apoderados, Jorge y Marcos, que sin necesidad, en un alarde de locura decidieron apoderar a un torero modesto y luchar con y por él hasta el final asumiendo todas las consecuencias.
Pero lo es, especialmente por una familia ganadera, la de D. José Arriazu, que ha revivido constantemente a un torero sin alma y a un hombre sin ilusión. ¡Gracias Victor, Gracias Roberto!.
Quizás también por ello este viviendo uno de los momentos más bonitos de mi carrera pero a la vez que más me responsabiliza, y antes de hablar en la plaza y constatar el devenir de mi destino quería agradeceros de corazón todo el apoyo, quería haceros partícipes de mi felicidad por que sois culpables de ella y de mi responsabilidad ante una fecha tan importante.
Ójala el 8 de octubre, mi gratitud hacia vosotros se transforme en puerta grande. ¡Será un bonito día y un bonito lugar para jugarse la vida!
Imanol Sánchez.