[dropcap]P[/dropcap]rimeras horas de una tarde calurosa, en una de las habitaciones del Hotel Baraka de Alagón reposa un impoluto y brillante vestido de torear blanco y plata con remates en negro, los destellos de los rayos de luz impactando en las lentejuelas del mismo se proyectan por las paredes de la habitación donde un joven e ilusionado Imanol Sánchez se prepara para enfundarse por vez primera un vestido de torear, -para debutar de luces como se dice en el argot taurino-.
Por vez primera realiza un ritual sagrado, un momento donde el silencio grita, un ritual que sin él saberlo pero si soñándolo con la ilusión de quien empieza lo va a acompañar durante diez años. Como si de épocas del pasado se tratará junto a sus banderilleros Curro Lamana -quien siempre aposto por un valiente chico a pesar de las críticas de los taurinos que veían poco futuro en él- y Victor García «El Victor» (hoy a las órdenes de Diego Urdiales) se trasladan andando desde el Baraka hasta la plaza de toros andando por las calles de Alagón.
En el patio de cuadrillas un curtido novillero sin caballos Javier Antón y un prometedor Miguel Cuartero lo esperan para desearle suerte, también lo hace un carismático Pepe Herrero -empresario por aquel entonces de la plaza de toros de Alagón-. Media hora mas tarde comienza el paseillo, el primer paseillo de muchos durante diez años, un momento mágico donde la ignorancia taurina de quien sueña con ser matador de toros algún día ya se lo cree, sale su eral en suerte lo recibe con dos largas cambiadas en el tercio, un ramillete de verónicas, una media y un adorno. La ilusión ha vencido por vez primera la falta de bagaje. Los banderilleros cogen las banderillas, pero también lo hace Imanol ante la atónita mirada del respetable, los vecinos de Pedrola que se han acercado a verlo no saben que su paisano también va a banderillear, los subalternos se tapan e Imanol ejecuta un tercio de banderillas al de La Tahona, un par de poder a poder, uno al quiebro y otro de tu a tu, ovación y primera vez que el de Pedrola siente el cariño de quien lo ve.
Se dirige a la presidencia provisto de muleta, espada y montera en mano agarrada por el macho de la misma, claro síntoma de su desconocimiento profesional, se dirige a los medios lanza la montera con fuerza, vuela casi hasta el tercio, da dos o tres vueltas y cae boca arriba, Imanol ni se inmuta, se coloca en el centro y se pone a torear al manso eral, quietud toreando por las dos manos, personalidad y sentimiento en lo que hace suple cualquier carencia. En una de las tandas remata de rodillas se vuelve el novillo y tira la muleta, sin saber que el novillo todavía no esta dominado se arranca hacia él y lo arrolla, se levanta y sigue toreando. Coge la espada se postula para entrar a matar, prácticamente vuelva y al pinchar sale rebotado, dos pinchazos mas le hacen perder las orejas, pero no la ilusión ni los aplausos de quienes han ido a verle, da la vuelta al ruedo mas feliz de su corta carrera.