Lo he comentado en alguna charla y en alguna entrevista en estos últimos tiempos, lo dura que para mí fue aquella tarde del 8 de octubre de 2018 en La Misericordia, quizás guiado por ello me ha apetecido dejarlo plasmado en este blog para todos los aficionados.
Para muchos triunfé, para otros no, y oye, así de grande, libre y democrática es esta fiesta de los toros. Quizás en lo profesional esperaba personalmente más de mi, en lo personal, puedo decir que como siempre, luchando una guerra montado en un seiscientos, volví a sacar lo mejor de mi interior, volví a vencer y a sobreponerme a mi destino interno.
Puedo jurar y perjurar, que aquella tarde del 8 de octubre de 2018, ha sido la más dura de mi carrera. Reivindicar mi oportunidad fuera de los cauces habituales, mostrando mi preparación y mi resiliencia día a día ha provocado que en la sociedad aragonesa, aficionados y no aficionados, cale el mensaje de la actitud, de no rendirse por un sueño, de caerse cinco veces y levantarse veinticinco, siguiéndome y apoyándome durante estos años, pero también ha provocado una presión en mi y en mi equipo así como unas expectativas dentro del círculo profesional y periodístico no exentas de la crítica, estratosféricas
Y es que amigo, siempre no se puede ganar, y siempre que se gana no se vence, o cuando se pierde se gana. Así de grande es esta profesión y así de rica en valores puede ser una tarde de toros para aquél, que en mi caso, apuesta su vida a una carta, hipoteca su vía a un sueño y sigue su camino, aun escuchando voces varias que siempre intentan frenar a uno de su locura.
Vuelvo a repetir, que es cierto con el punto álgido que llevaba en el campo durante toda la temporada, disfrutando delante de los animales, esperaba personalmente tener una capacidad mayor para mostrar el toreo que estoy buscando, y solo se pudo ver aquella tarde de manera fugaz.
Ese primer toro, bravo pero con muchas teclas, me pudo, no estuve a la altura de una plaza como la de Zaragoza, ni de una afición como la que ella congrega, y mucho menos di a todos que me apoyan y creen en mi lo que se merecían.
Conforme pasaban los minutos y transcurría la faena, me iba viniendo abajo, mi moral y mis sueños de dilapidaban, y “el Imanol” guerrero, con actitud, y pundonor se evaporaba, no haciendo gala ni dando ejemplo a aquello que se predica.
¡Señor, señora, señores, a veces toca perder, y en ese toro, en ese momento, deguste el fracaso, lo doloroso que puede ser, y lo que llega a anular al individuo como persona en cuestión de minutos!
Si la cosa estaba mal, y había perdido en ese “primer partido de la gran final” la cosa se puso todavía peor, cuando desangelado y sin moral, al entrar a matar con el último reducto de fé que en mi quedaba, pinché en hueso, sentí un tremendo calambre que me anuló la fuerza de la mano, volví a intentarlo y ese calambre creció, hasta tal punto que note como se me adormecía el codo (días mas tarde supe que tenía una fisura), a la tercera fue la vencida, una estocada entera y caída acabo con ese mal momento.
Llega la hora de entrar al callejón, todo es silencio, nadie se atreve a decirte nada, sabes que has perdido porque hasta los que más te quieren no son capaces ni de darte ánimo, en medio del desierto ahora ya sin la cantimplora de aguda te encuentras solo, sin aliento.
Pasan los minutos, y la mano se inflama, se pone morada y prácticamente entre el dolor y la inflamación pierde sensibilidad al tacto, no me veo capaz de pinzar ni si quiera un capote.
Lo percibe mi gente y me alienta a pasar a la enfermería en varias ocasiones, quizás fuera la excusa y el momento, de decir hasta aquí he perdido y no soy capaz de repuntar esto, entrar a la enfermería y acabar con aquel dolor del fracaso que uno lleva en el corazón y en la cabeza.
Salgo a cortar el toro de mi compañero en el tercio de varas y en el de banderillas. Al entrar por el callejón, una persona de confianza, con ganas de arrearme a ver si era capaz de reponer aquello me llega a decir; ¡¡Tanto hablar tanto hablar, aquí tienes la oportunidad, o arreas o te dedicas a hacer direcciones de lidia!!.
No dudo nunca de la buena voluntad de nadie, y en aquel mucho menos, pero en medio de aquella soledad interminable, sirvió para minar más mi moral que para empujarme.
Vuelvo a llegar por el callejón a mi lugar, y la mano se pone más morada e inflamada, pruebo a coger un capote y no me veo capaz, me vuelven a emplazar a pasar a la enfermería, de ya sabedor de que de puertas para afuera había perdido, solo quedaba la oportunidad de ganar en mi interior una vez más, como había hecho siempre; Teruel, Calatayud, Alcañiz…
Y vuelve a llegar el momento, mi segundo toro, Dudanoches, 659 kg, bravo y con calidad, lo recibo con actitud, quizás sin la estética que venía buscando tiempo atrás, pero escuchar la jota de ese último toro, y los oles de todos aquellos que eran muchos, que había en el tendido me hicierón olvidarme de la fisura que llevaba en la mano, y por momentos vencer mi miedo y mi fracaso del toro anterior.
Llega el momento del tercio de banderillas, tenía que dosificar aquel toro, y yo, que siempre he hecho alarde de las lidias totales, vi conveniente que era el momento de demostrarlo, tenía una cuadrilla de primera y así se vio, Casanova lidio a la perfección el toro, Gabin, el picador bordo las embestidas de aquel bravo tren, y Aguilar y Mariano se jugaron la vida, se desmonterarón.
Y otra vez llegaba el momento de soledad. Miles de personas en la plaza y yo me sentía tan solo. Pero con ganas y la actitud de remontar aquello. Veía y sentía en la gente la fe y las ganas de que triunfara como si ellos también lo hicieran.
Amigo, tú que estás leyendo esto, te aseguro que eso es uno de los mayores triunfos de una persona, que lo que transmites con tu verdad y desde tu interior más profundo, sea capaz de penetrar en el corazón del resto para hacerlo suyo.
Recuerdo aquel inicio por bajo, la manera de empujar aquel toro, la respuesta de la plaza, y creo que ha sido uno de los momentos de mi carrera en los que más me he sentido.
Luego… la faena fue todo actitud; en otras condiciones morales y físicas probablemente hubiera tenido la obligación de cortarle dos orejas, aun así y pese a momentos intermitentes, hubo un momento, quizás de las pocas veces en mi vida, un momento muy efímero, en el que conseguí aquello que buscaba, lo sentí, me olvide de todo, y de todos, realmente viví el presente, fueron solo dos o tres muletazos, no los suficientes para un gran triunfo, ni para empujar la carrera de un torero, pero si para sentir que era capaz de conseguir aquello que me propusiera, quería torear derecho, dejar los vuelos de la mano izquierda en el suelo, solo tirar de ellos, y sentir y sentirme con la embestida de un toro bravo acariciando con sus pitones los vuelos de mi franela, mientras, yo natural y olvidándome del cuerpo, como decía el gran Belmonte, sentía, me sentía.
Otra vez más la actitud vencieron mis miedos internos, otra vez hacer el esfuerzo había merecido la pena. Pero… llegaba lo más difícil, la hora de volver a coger la tizona, volvía a la realidad, y me daba cuenta de que apenas me quedaban fuerzas en la mano derecha para agarrar la espada.
Colocar al toro, cuadrarlo, cuadrarme. Se hace el silencio, coloco la muleta, me perfilo, cojo un último sorbo de aire, levanto la espada. Cuento tres…. ¡Eje toro! Me voy detrás de la espada, parece que caigo en el vació, oigo un estrondoso algarabío, la gente de pié, miro la colocación de la espada y veo que estaba en lo alto.
Cae el toro, y todos aquellos, no pocos, que creen y creían en mi, mucho más de lo que yo creía, piden la oreja, me la conceden. Y sí es cierto, que no es suficiente, y mucho menos para mí que soy consciente de todo lo que arrean los compañeros, y lo difícil que es que te pongan en un cartel. Pero para ellos, y para mí fue un triunfo interno, un ejemplo puesto en práctica ante la mirada de muchos, quizás sin la visión de estas sensibilidades vividas y que aquí transcribo para otros.
No es suficiente para subir quince escalones de golpe, pero si para ser consciente de lo que en lo personal puede hacer crecer a un individuo una tarde de toros. Quizás aquella tarde no gané, máxime con las expectativas puestas, pero aquella oreja fue una vez más un premio a la actitud, a la superación y a los valores que definen aun torero, los valores que definen a una persona. Te aseguro, a ti, que has perdido tiempo en leerme, que si vencí, y que sirvió para darme cuenta de que otro año más, es el momento de volver a intentarlo, otro año más es el momento de cargarse de sueños e ilusiones, otro año más es el momento de volver a empezar.
Por Imanol Sánchez
Fotos: Carlos Pi, Luis A. Barbero