Puerto Rico fue uno de los tantos enclaves marítimos que el imperio español tuvo repartidos por el mundo, hasta que su soberanía recayó en Estados Unidos en 1898.
Por ello no es de extrañar que en este país caribeño las tradiciones españolas también estuvieran arraigadas a la isla. Como no podía ser de otra manera la tauromaquia también fue parte importante dentro a la cultura de los puerto riqueños, incluso resistió al cambio de soberanía. De hecho la última corrida de toros celebrada en Puerto Rico data de 1970, concretamente en Isla Verde donde se construyó una plaza de toros.
Rafael Gómez Aguilar, un abogado y aficionado taurino español residente en la Isla saco a la luz tras una minuciosa investigación de todos estos datos, sobre la historia taurina de Puerto Rico, que comienza a mediados del siglo XVI, con la paulatina llegada de españoles, celebrándose la primera corrida de toros en el año 1556 con motivo de una festividad religiosa en la capital caribeña.
Gómez Aguilar sitúa el primer periodo taurino en Puerto Rico desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, coincidiendo con el reinado de la Casa Austria en Madrid. Por aquel entonces las corridas de toros celebradas en la isla al igual que en la península debido a su predominio eran a caballo.
El segundo periodo coincide con la dinastía de los Borbones, y se va implementando en la isla poco a poco la nueva manera que la sociedad tiene de interpretar la tauromaquia, siendo el toreo a pie cada vez mas arraigado y mas extendido. Lo que va evolucionando en la península se extrapola también a la isla.
Durante esos siglos en Puerto Rico, al igual que en España, las corridas de toros se suceden pero al modo de la época, de forma poco organizada y alejada de los actuales rituales. Una expresión taurina que emanaba más del pueblo y en la cual prevalecía el valor de los humanos ante el toro, y no tanto la concepción artística en la que más tarde evoluciono el toreo a pie.
En Puerto Rico, las corridas nunca terminaban con la muerte del toro, sino que se simulaba, al estilo portugués.
Coincidiendo en la nueva organización de las corridas de toros en la península a finales del XVIII por parte del torero Juan Romero, quien impone el nuevo concepto de cuadrillas que posteriormente perfecciona Joaquín Rodríguez Costillares y fija el torero Francisco Montes Paquiro en el siglo XIX, esta nueva organización de la lidia se normaliza también en Puerto Rico, lo que coincide con la construcción de la primera plaza, en madera, en Puerta de Tierra y cerca de lo que hoy es El Capitolio.
La primera corrida en esa plaza tiene lugar en el año 1893 con toros traídos de Cuba, carteles siguiendo el modelo español y notas en prensa que documentan el evento.
Durante la última década del siglo XIX las corridas se generalizan, como queda recogido en el Museo Taurino de Las Ventas, en Madrid, donde se conserva el cartel de seda de la corrida que se celebró en Arecibo, en la costa norte, en 1894.
Cuando Estados Unidos sucedió a España sobre la soberanía de Puerto Rico en 1898, la tauromaquia atravesó un importante hastío durante al menos tres décadas, hasta que en los años veinte del siglo XX se celebra una corrida en la ciudad de Ponce.
ÉPOCA DE ORO DEL TOREO EN PUERTO RICO
Las investigaciones de Gómez Aguilar extrajeron que entre el año 1949 y el 1971 se produce la «Época de Oro» del toreo en Puerto Rico, dado que durante ese periodo todos los años se celebran corridas por toda la isla.
En aquellos años se construye la Plaza de España de toros en Isla Verde, el área turística de la capital, con capacidad para 600 personas, y que acoge la curiosidad de los turistas que por allí pasaban.
El año clave es 1949, cuando desembarca en la isla el torero Antonio Alonso, natural de Ávila, un hombre que además se convirtió en empresario del sector al llevar el espectáculo a todos los rincones de la isla. Desde aquel entonces llegaron a Puerto Rico toreros colombianos y venezolanos, pero fue otro español, Armando Martín «Armillita», quien se convertiría en figura clave para la expansión de la fiesta.
DECLIVE TAURINO EN PUERTO RICO
La perdida de la afición taurina a la tauromaquia en la isla no se debió tanto por la presión animalista, sino debido a una serie de hechos que provocaron que el espectáculo perdiera su calidad y por tanto el interés artístico del público. Los empresarios de la isla a tuvieron que recurrir a toros Cebús para el desarrollo del espectáculo, cuando las autoridades estadounidenses no permitieron la entrada de toros bravos por el temor a la fiebre aftosa.
El adiós definitivo de las corridas en la isla tiene como fecha 1970, cuando la Sociedad Protectora de Animales denuncia a «Armillita» por el uso de banderillas prohibidas.
Pedro Rosselló, promovió en 1998 la Ley 176 para «Prohibir las corridas de toros, crianza de toros para lidia y otras», lo que supuso definitivamente sobre el papel el fin de las corridas de toros en Puerto Rico.