El toro embolado o toro de fuego, en sus diferentes versiones o formatos es una de las tradiciones taurinas más antiguas. Un espectáculo que es reclamo de espectadores foráneos allá donde se celebra, principalmente en Aragón, Comunidad Valenciana y delta del Ebro en Cataluña.
¿Pero de qué época datan las primeras alusiones al toro de fuego? Nada más y nada menos que del año 228 a.C., cuando el jefe Íbero Orisson, se enfrentaba en las cercanías de la actual Elche, al ejercito del temible cartaginés, Amilcar Barca, fundador de ciudades como Barcelona y Alicante, además de ser padre del más famoso de los cartagineses, Anibal.
Como os podréis imaginar el número de efectivos militares cartagineses era muy superior al de los íberos, por lo que Orisson tuvo que ingeniárselas para poder alcanzar la victoria. Así que el comandante íbero reunió todo el ganado bravo y bueyes de carga disponibles colocándoles bolas de paja en las astas. Sigilosamente en la noche los íberos acercaron la legión de ganado hasta las inmediaciones de los cartagineses para posteriormente prenderles fuego a las bolas de paja y achuchar a las reses contra el ejercito enemigo.
Los bureles entraron con furia en el campamento enemigo provocando el pánico entre los soldados y los elefantes. El caos reinó entre los cartagineses y los íberos consiguieron una gran victoria sobre el ejercito del temido Amilcar quien moriría poco después a orillas del Jucar debido a las heridas provocadas por la batalla.
Desde aquel entonces son miles de municipios de Aragón, Valencia y el Delta del Ebro que celebran la fiesta del toro embolado, siendo el toro embolado de Mora de Rubielos (Teruel), el primero documentado como fiesta popular para celebrar la visita del rey Carlos II, el 27 de abril de 1677.
Históricamente la fiesta del toro de fuego o toro embolado deja patente que tiene historia, tradición y celebración y que no surgió como acción vándala, sino más bien como conmemoración de un hecho histórico para Hispania hace ya más de 2000 años.